Tuesday, September 21, 2010

LA REVOLUCION DE LA CONCIENCIA

La Revolución de la Conciencia

Rolando Araya Monge
Ante el impacto que le produjo el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, con más de 2500 científicos de 130 países, Jacques Chirac, Presidente de Francia, de probada alcurnia conservadora, dijo: “Ha llegado el momento que se produzca una revolución, la revolución de la conciencia, la revolución de la economía, la revolución de la actuación política”. El informe Stern, el documental de Al Gore y la publicación del The Observer, de Londres, sobre una investigación ordenada por el Pentágono, precedieron este último anuncio, todos con proyecciones alarmantes sobre el calentamiento global, cuyos efectos hemos empezado a ver.

Incapaces de soñar con algo mejor, y habiendo puesto a las ideologías progresistas en la hoguera del fundamentalismo de mercado, y acabar de incinerar así los restos de la izquierda revolucionaria, en lugar de construir altares para nuevas vocaciones utópicas, nos aprestamos a encarar la posibilidad de una catástrofe ambiental. Casi no hubo ascensos en las condiciones de vida en 8000 años, desde el inicio de la era agrícola. Y no habría sido la industrialización, ni el capitalismo, ni la globalización reciente, montada sobre una relampagueante revolución tecnológica, la razón de semejante aumento de la población mundial y del consumo, como ha ocurrido en los últimos dos siglos, sino por haber contado con los combustibles fósiles como fuente energética, y multiplicar así la capacidad del ser humano para extraer riqueza y saquear la Naturaleza. El petróleo, más que la ideología, explica la expansión reciente.

La historia conocida es el recuento de nuestras luchas por poder y, según Nietzsche, el eje de la cultura ha sido, justamente, la voluntad de poder. El escenario de combate de los últimos tiempos ha sido el economicismo, la economía como centro del quehacer humano jugando un nuevo evento de nuestras luchas por poder. Con los grandes avances desde los albores de la modernidad, la tecnología le disputa el trono de la civilización a la religión misma y un materialismo rampante domina la mente moderna. Pero la seducción por la materia se ha convertido en el mayor espejismo. Cuanto más se tiene, más se desea. En una “dance macabre”, bajo los efectos de un adictivo hedonismo consumista, guiados por la codicia como el valor fundamental, avanzamos hacia uno de los mayores peligros de todos los tiempos. Pronto, no contarán tanto el progreso, el crecimiento o el desarrollo, ni siquiera las momentáneas discusiones sobre los efectos del libre comercio, pues las circunstancias nos avocarán a salvar la Tierra y a la humanidad de amenazantes cataclismos.

El cambio climático y el fin de la era de los combustibles fósiles se impondrán en la agenda mundial. Al Gore señaló que estamos ante una emergencia planetaria. ¿Y cuál será la alternativa? ¿Una nueva ideología? Más que eso. Será un cambio de cosmovisión, de paradigma, una nueva economía y una nueva política. Como ya hemos dicho, no se trata de cambiar de barco, es cuestión de cambiar de océano.

Después de haber pasado por etapas más primitivas, la mente humana evolucionó hasta la era de la razón. Paradójicamente, en el cenit del conocimiento, el homo demens se impone al homo sapiens. La destrucción de los recursos naturales, la guerra, la miseria y la desigualdad nos muestran ya sus secuelas. Sin embargo, como decía Teilhard de Chardin, el siguiente paso evolutivo se dará en la conciencia humana, pues más allá de la era de la razón hay otros estadios mentales. Millones de seres humanos, según estudios, han empezado a vivir una especie de era ecológica, con abundancia sí, pero más frugal, más amorosa, menos jerarquizada y –obvio-, más ligada a la naturaleza.

Esto abre grandes horizontes para Costa Rica, que rinde culto a su riqueza natural con sus políticas de conservación. El país podría encontrarse en el umbral de una conciencia ecológica. El MINAE ha puesto la meta de convertirnos en un país neutro en producción de carbono. ¡Gran ejemplo! Pequeña en territorio y población, Costa Rica podría alcanzar más prosperidad, equidad y libertad si decide ofrecerse como modelo del paradigma ecológico, como una nueva gran Arca de Noé, como la primera República Verde del mundo, y diseñar otra estrategia para acometer los problemas de hoy. Biodiversidad, energía renovable, excelencia educativa, culto reverente a la verdad y la profundización de la democracia podrían ser algunos componentes de esa estrategia, y también la contribución costarricense a la revolución de la conciencia propuesta por Chirac, la cual pareciera ser el ineludible salto cuántico de la civilización. Costa Rica no necesita entregar su cédula de identidad como nación para subsistir en el ámbito global. Tenemos de sobra de qué vivir y cómo dar nuestro solidario aporte a la humanidad.

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