Tuesday, July 5, 2011

EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA EN CHILE

En las últimas encuestas los partidos políticos de gobierno y oposición están fuertemente cuestionados por parte de la opinión pública nacional. Este es un fenómeno al que tenemos que poner atención, dado que no es posible una democracia sin partidos políticos sólidos. Entendiendo que los partidos políticos son producto de relatos sociales y su razón de ser es la búsqueda permanente del bien común, me permito plantear algunas ideas que considero necesarias tomar en cuenta para un proyecto país.
En Chile se dice que somos más desarrollados que hace treinta años atrás, pero ese desarrollo ¿ha alcanzado a todos por igual? El caso de las protestas en Aysen, Calama, Arica nos indican que no.
Otra pregunta que tenemos que hacernos los chilenos es ¿Nuestra democracia ha logrado un mayor control sobre los poderosos o, por el contrario, los niveles de opresión y desigualdad se han acrecentado?
¿Hemos ampliado los ciudadanos, a través del progreso económico, nuestras libertades? O como dice Ralf Dahrendorf, ¿Tienen más oportunidades los ciudadanos?
Karl Popper nos dice que la historia no tiene ningún sentido y somos nosotros los que tenemos que conferirle uno, dando oportunidades al mayor número de individuos.
Otra pregunta que tenemos que hacernos es: ¿la riqueza que el libre mercado ha generado en estos últimos treinta años, ha creado prosperidad, por lo tanto, felicidad, para la mayoría ciudadana? ¿Esta prosperidad va acompañada de mayor y mejor educación, más democracia, más participación? ¿Se ha creado una red de protección eficaz para los más desposeídos? ¿Hay más libertades políticas, más oportunidades sociales?
Según el historiador David Landes, citado por Dahrendorf en su libro “En busca de un nuevo orden”, para que una sociedad crezca y se desarrolle es necesario que se cumplan condiciones institucionales tales como: El derecho a la propiedad y las libertades individuales; la confianza en las formas contractuales; así como la exigencia de gobiernos estables y no corruptos, y que las autoridades sean capaces de escuchar las quejas y los deseos de los ciudadanos.
Chile está pasando desde estructuras económicas y sociales premodernas a modernas y esto conlleva consecuencias entre otras, el despertar las esperanzas en los jóvenes de una vida mejor.
En nuestra situación, para avanzar y romper el ciclo de la pobreza, muchos jóvenes abandonaron sus pueblos y se marginalizaron alrededor de grandes ciudades. Aquí el trabajo es escaso y la desesperanza campea cuando las estructuras no son capaces de integrarlos al mercado laboral y a otros espacios de construcción de vida social. Las experiencias del paso del subdesarrollo al desarrollo nos demuestran que las principales víctimas de la modernización son los jóvenes.
Para muchos, el proceso de modernización ha significado desarraigo, más pobreza. En estos espacios la delincuencia y la drogadicción son pan de cada día. Estos grupos necesitan que la sociedad les entregue un mínimo de seguridad y esperanza en el futuro.
Nuestros jóvenes, en todos los estratos sociales, están exigiendo su oportunidad. Esperan más de los adultos: Un Nuevo Contrato Social que incorpore a los jóvenes es tarea de todos los que realmente creemos en la democracia.
La globalización trae consigo muchas oportunidades, pero para países como el nuestro también muchas desigualdades. El trabajo se ha precarizado, la ampliación de oportunidades ha dejado a gran parte de la población marginada. Como diría alguien, “mientras los ciudadanos duermen los poderosos hacen y deshacen”.
Qué hacer para mejorar la situación de los excluidos en la sociedad chilena. Sabemos que la base de toda democracia es el respeto al Estado de Derecho, a las libertades y las reglas del juego que ella se impone. La tarea es lograr el desarrollo y la igualdad, sin perder la libertad. La libertad de emprender no puede poner en duda el derecho de los desposeídos a participar plenamente de la vida social, política y económica. En este entendido, no hay posibilidades de plena democracia cuando los derechos fundamentales- entre ellos los económicos, sociales y culturales- no son respetados para todos los ciudadanos.
El libre mercado no puede dejarse al libre albedrío. Es necesario, como dice Adais Turner en su libro “Capital justo, Economía Liberal” un conjunto de transferencias y de impuestos redistributivos que pongan a la economía de mercado al servicio de fines más amplios. Es decir, el libre mercado es sólo concebible con una correcta distribución de la riqueza. Cuando el libre mercado actúa por la libre, como en nuestro caso, los resultados son: La colusión de farmacias, supermercados,isapres, La Polar y un sinfín de tropelías escandalosas.
Una sociedad es más democrática cuando mayor cantidad de personas participan directa o indirectamente en la toma de decisiones. Pero convengamos que lo real es que el funcionamiento democrático no penetra en la mayor parte de los dominios de la vida social, y el secretismo de la toma de decisiones, contrario a la democracia, sigue desempeñando un lugar importante.
En resumen: las reglas del juego democrático que son universales como las define Kant, en su “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”, tienen que ser respetadas para que la libertad adquiera una base institucional al resguardo del Estado de Derecho.
La democracia tiene como una de las tareas centrales crear lo que el filósofo israelí Avishai Margalit califica como una sociedad decente, “Una sociedad en que las instituciones no nos humillen. Es una sociedad civilizada en que los individuos que la componen no se humillan unos a otros. En que la tolerancia con los sueños y las opciones de los demás sea instintiva y común”.
Para el sociólogo alemán Ulrich Beck, en su libro “La sociedad del riesgo”, la sociedad que se ha construido en los países desarrollados a partir de la globalización trae muchos beneficios y es, ante todo, una oportunidad.
Eso es cierto, pero también es cierto que ha significado el fomento del capitalismo especulativo, que no necesita del manejo de empresas productivas y menos de gastos sociales o responsabilidades ciudadanas. En los países desarrollados el trabajo se precarizó aún más y la flexibilidad laboral ha sido solo la tabla de salvación para muchos empresarios a costa del sufrimiento de millones de trabajadores.
En países como el nuestro, la flexibilidad laboral es una fuente de inseguridad, de baja en las remuneraciones, y por lo tanto, pérdida del poder adquisitivo. La globalización, si no va acompañada con medidas de redistribución del ingreso por la vía de impuestos directos, daña severamente a los sectores más desposeídos.
Que la globalización ha transformado nuestras vidas, es indudable, las tecnologías de la comunicación, la multinacionalización de la producción y el capital, la aparición y transmisión de nuevas enfermedades que recorren e infectan el globo a gran velocidad ha llevado a decir a algunos sociólogos que el “mundo se ha desbocado” (Die entfesselte Welt).
En nuestra situación, la globalización ha aumentado la brecha entre ricos y pobres, ciudadanos urbanos y rurales, jóvenes y ancianos, producción y ecología, tradición y cultura multinacional, por nombrar algunos fenómenos que nos afectan.
Estos son algunos cambios en nuestra sociedad, tenemos que tomarlos en cuenta, para construir lo nuevo.
Una sociedad autónoma, una verdaderamente democrática”es una sociedad que cuestiona todo lo predeterminado y que, en el mismo acto, libera la creación de nuevos significados. En una sociedad así, todos los individuos son libres de crear para sus vidas los significados que quieran” nos dice Cornelius Castoriadis.
Los movimientos sociales están construyendo hoy y no mañana las bases de lo que podría ser una democracia más incluyente y representativa. En todo caso, hay muchos y no solo en la derecha, que quieren que todo cambie para que todo quede igual.
La sociedad chilena busca su forma, sabiendo que ella nunca será definitiva, que no hay posibilidades de retroceder las conquistas alcanzadas, al contrario el imperativo es más y más democracia. Hoy no hay verdades absolutas, los mega relatos murieron hace rato. Solo queda la convicción de que una democracia más plena es posible con más transparencia y ética en el accionar de los entes públicos y privados.

Claudio Vásquez Lazo, Ex Embajador

Monday, July 4, 2011

¿Es Chile una sociedad decente?

En estos momentos en que muchos chilenos estamos viviendo momentos difíciles es más necesario que nunca confrontar ideas y propuestas que nos permitan seguir construyendo un Chile libertario, que combine el desarrollo económico con idénticos niveles de igualdad y bienestar. ¿Podemos decir que en nuestra vida nos hemos cateterizado por ser agentes del cambio?
Ampliar las libertades ciudadanas, garantizar mayor acceso femenino a niveles de decisión, respetar a la Tierra ; aceptar la diversidad sexual, respetar los derechos del niño, el anciano y las etnias; impulsar reformas a la educación, laborales y previsionales: ésas han sido algunas de nuestras preocupaciones. El desafío que tenemos es aprender de los errores pasados. Imaginar la sociedad que queremos requiere un dialogo confrontacional de ideas, por la atingencia-aunque parezca paradójico en este momento- de poner la idea de felicidad como un eje central del discurso político, en un mundo partidario aquejado de una alarmante ceguera.
Los movimientos sociales que hoy se manifiestan en las calles han puesto énfasis en los cambios reales aquí y ahora. En el país somos mayoría los que pensamos que el movimiento social quiere una patria inclusiva, donde libertad, igualdad y felicidad sean prioridades ineludibles.
En el mundo, el capital es cada vez más globalizado, dice el sociólogo italiano Mauricio Lazzarato. La relaci6n capital trabajo no garantiza la seguridad social "desde el nacimiento a la muerte" y eso genera inseguridad. Estamos ante una acumulación capitalista que no se funda solo en la explotaci6n del trabajo en sentido industrial, sino en la explotaci6n del conocimiento, 1a vivienda, la salud, el tiempo libre, la cultura, los recursos relacionales entre individuos, el imaginario, la formaci6n del hábitat. No se venden bienes materiales o inmateriales, dice Lazzarato, sino formas de vida, comunicación, educación, estándares de socialización, vivienda, transporte.
La globalización, según el sociólogo, "no es sólo extensiva (deslocalizaci6n), sino intensiva, y concierne tanto a los recursos cognoscitivos, culturales, afectivos y comunicativos (de la vida de los individuos) como los territorios, los patrimonios genéticos (humanos, vegetales y animales), los recursos de la vida de las especies y del planeta (el agua, el aire)
Aristóteles asignó gran importancia al estudio de la felicidad. Para el filósofo, el bien más elevado es la felicidad y todos se proponen alcanzarla. La felicidad consistía -entre otras cosas- en poseer la sabiduría. Según él, la tarea de los seres humanos es el supremo bien, que solo se logra por la política. En el siglo XVIII, el filósofo ingles Jeremy Bentham sostenía que la mejor sociedad es aquella en que sus ciudadanos son más felices. En ética y moral (ámbito privado), tanto para Aristóteles como para Bentham la acción mejor será la que otorgue felicidad a mayor número de personas. EI economista Richard Layard, en "La felicidad", dice que "este es el máximo principio de la felicidad: fundamentalmente igualitario, porque la felicidad de todos cuenta por igual; y también fundamentalmente humano, porque sostiene que en última instancia lo que importa es lo que sientan las personas".
Algunos piensan que la felicidad es un bien privado. EI filósofo Thomas Hobbes propone que deberíamos pensar en los problemas humanos considerando a los hombres "como si acabaran de brotar de la tierra y, de repente (al igual que los champiñones) llegaran a la total madurez, sin ningún vínculo entre ellos". En cambio, otros lo pensamos como algo colectivo: así como la política es una necesidad que no podemos eludir para la vida humana, la felicidad es algo relacionado con mi mente y la de otros.
En una” mente pública” Hannah Arendt habla de felicidad pública para expresar que de lo que se trata es "asegurar a muchos el sustento y un mínimo de felicidad", en contraposici6n a la antigüedad, cuando unos pocos se ocupaban de la filosofía (política) en desmedro de la mayoría. EI humano, dice Arendt, no es autárquico, sino que depende en su existencia de otros.
La lucha de los ciudadanos del mundo -y en especial de Chile hoy- es impedir que nos transformen en consumidores inconscientes en una realidad social profundamente desigual. La pregunta que nos hacemos es, si la política partidaria ha ayudado a nuestra sociedad en la búsqueda de más justicia, igualdad y felicidad. La política debe concurrir a este propósito. Por desgracia, en buena parte del mundo la política tradicional genera lo opuesto: infelicidad, incertidumbre y desesperanza en las personas.

La vida que vale la pena es la por crear un mundo: donde no trabajen 242 millones de niños entre 5 y 17 años de edad (según la OIT), donde no mueran de frio indigentes en las calles, donde la educación sea de calidad para todos, donde el salario de la mujer sea el mismo que el del hombre por igual trabajo, en definitiva no se avale la desigualdad que generan sociedades indecentes como la nuestra. La decente es aquella en que los menos no humillan y avergüenzan a los más. Por esto es indispensable apoyar los petitorios de los movimientos sociales que hoy se expresan en las calles.


Claudio Vásquez Lazo, Ex Embajador