Monday, November 16, 2015

Chile, puerto Inseguro

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por     16 noviembre 2015  El Mostrador

Los primeros días de octubre recién pasado, la justicia europea falló que Estados Unidos no garantiza la protección de datos de las personas. Según el diario El País, la justicia europea lanzó un rotundo mensaje a Estados Unidos, con el caso Facebook, que saltó a la luz cuando el austriaco Max Schrems interpuso una denuncia contra la empresa norteamericana en el Comisionado de Protección de datos de Irlanda, país donde Facebook tiene su filial europea.
El traspaso de datos personales del ciudadano austriaco –no autorizados y menos protegidos– que Facebook-Irlanda transfería a su matriz en Estados Unidos, es a juicio del tribunal un lugar no seguro “para la intimidad de los ciudadanos europeos”.
Esta resolución judicial invalida la norma que, desde hace quince años, consideraba al territorio estadounidense como seguro para la intimidad de los ciudadanos europeos. Esta norma (Safe Harbour-Puerto Seguro) permitía a más de 4.500 grandes empresas intercambiar datos entre Europa y Estados Unidos. En todo caso, el escándalo tras la denuncia de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), dejó bastante  a maltraer la idea de que ese país es “puerto seguro” para los ciudadanos del mundo.  El diario español señala que el director de European Digital Rights, Joe McNamee, declaró que “el hecho de considerar durante 15 años a EE.UU. como un puerto seguro era defectuoso desde el principio y viciado en la práctica”.
Esta resolución del tribunal que protege la intimidad de los datos de ciudadanos europeos, significa hasta el momento, que la protección de datos quedará excluida de las negociaciones sobre el Tratado de Asociación Transatlántica de Comercio (TTIP), que la Unión Europea y Estados Unidos quieren firmar a finales del 2016.
En el mundo de Facebook, Twitter, WhatsApp, los celulares, la interceptación indiscriminada de tus datos, historiales de compra, actualización de perfiles –sin permiso alguno– queda al libre albedrío de las empresas, del marketing y de los gobiernos.
En el caso de la denuncia y la sentencia del Tribunal de Justicia de UE contra Facebook por la protección de datos y el pliego de cargos de la Comisión Europea contra Google por competencia y por el derecho al olvido, nos muestra que aún tenemos esperanzas de cierto control a las multinacionales de las redes sociales y a la venta de nuestros datos personales. La Unión Europea considera la protección de los datos personales como un derecho fundamental.
Estas resoluciones europeas en defensa de la protección de datos, tiene consecuencias económicas evidentes, por ello la Casa Blanca –lo consigna la corresponsal Cristina F. Pereda– expresa su decepción con el dictamen que anula el acuerdo de “puerto seguro” que permitía el intercambio de datos entre Europa y Estados Unidos.
En nuestro país, las respuestas gubernamentales a denuncias por mal uso de los datos personales por parte de gobiernos extranjeros, las empresas de marketing, cobranzas, bancos y sistema financiero en general, quedan siempre en puros voladores de luces. Para muestra un solo ejemplo: los bancos siguen utilizando el Dicom histórico –pese a que hay prohibición de hacerlo– para no dar crédito a clientes “cuneta”, por muy emprendedores que sean.
El resultado de lo anterior es que miles de familias jamás saldrán del pozo profundo en el que se encuentran, sin derecho a rehacer sus vidas, pasando a ser la “escoria” de la cacareada economía de libre mercado, a la chilena.
Seguramente su cuenta mail está siempre repleta de propaganda y propuestas de todo tipo. Usted se pregunta cómo saben tanto de mí y no se explica cómo obtuvieron sus datos.
La respuesta es muy sencilla: de sus cuentas en las redes sociales, sus tarjetas de crédito, de su Isapre, AFP, empresas de comunicación, farmacia y una larga lista de etcéteras. Es posible que esta realidad le ponga de mal genio, de solo pensar que, en algunos casos, fue usted quien entregó ingenuamente sus datos personales.
Pero a mal de muchos, consuelo de tontos, como dice el refrán, usted está en lo cierto, Chile tampoco es puerto seguro y no lo será en el futuro. Nuestros datos están en manos de los malos hace más de dos decenios, porque son un negocio: mis datos o los suyos individualmente no valen nada, pero los de millones valen oro. Dicen los inversores, que los datos y su manejo “son el nuevo petróleo”.
En la hora actual, es muy fácil conseguir información, la consigues solo con un clic en Google, tienes la que desees y en grandes cantidades. El problema es que vivimos en la sociedad del consumo, donde todo se ha mercantilizado a favor de los nuevos intereses del cliente y estos no siempre se alimentan de valores éticos y morales.
Así como se resguardan con celo los derechos comerciales, con mayor razón se tienen que resguardar los derechos humanos de las personas. El enojoso episodio que afectó al diputado Guillermo Ceroni, hace pensar en la necesidad de que, con el mismo celo, en Chile se resguarden los derechos a la intimidad de los ciudadanos.
Por último, tengo una duda: ¿el Gobierno está cautelando la protección de nuestros datos personales en la negociación del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) con los Estados Unidos? Seguramente no como corresponde, y tampoco otros derechos de los que hablábamos arriba.
Es claro que en nuestro país los datos personales y la intimidad no son resguardados y para qué pensar que la protección de datos personales sean derechos fundamentales. En todo caso, a la luz de los hechos recientes sería lógico pensar en una legislación que los resguarde.

Monday, November 9, 2015

Los dueños de Chile

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Los dueños de Chile

por  9 noviembre 2015   EL Mostrador
En las redes sociales circula profusamente una declaración de Eduardo Matte, bisabuelo del presidente de la Papelera, Eliodoro Matte, que habría sido publicada el 19 de marzo del año 1892 en elDiario El Pueblo: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa nada ni como opinión ni como prestigio”.
A pesar de los años, esta declaración del pariente aludido, cobra mucha importancia a la luz de los recientes episodios de colusión que involucran a la familia Matte. En efecto, en recientes declaraciones el presidente de la Papelera (CMPC), firma acusada de colusión por la Fiscalía Nacional Económica con la competidora sueca SCA (antes Pisa) –por más de diez años– para engañar a los consumidores de papel higiénico y toallas de papel, ha sostenido que se siente engañado por sus ejecutivos y hombres de confianza.
El problema para la credibilidad de los dueños de la CMPC, es que ya se habían coludido en Colombia –mercado al que arribaron el 2008– para subir el precio de los pañales, con competidoras tales como “Productos Familia” de propiedad de la sueca SCA. La Superintendencia de Industria y Comercio de Colombia, en el 2014, determinó que durante quince años habían estafado a los consumidores de ese país.
Si de colusión se trata, los consumidores chilenos estamos acostumbrados, porque están la de los pollos, de farmacias y ahora la del “papel confort” y si quiere piense en cualquier producto de consumo cotidiano y seguramente encontraremos que algo huele mal.
Según el presidente de la Sofofa, Hermann von Mühlenbrock, refiriéndose al escándalo del papel higiénico, nos dice que “el negocio tiene objetivos de maximizar una producción, pero la obsesión por el lucro no nos puede cegar”. Bien por el presidente de la multigremial, porque apunta a un tema de vital importancia, como es el comportamiento ético del empresariado y su responsabilidad social.
De nada valen las declaraciones de rechazo que actualmente escuchamos de parte del empresariado en relación con este nuevo episodio de maltrato ciudadano, si no van acompañadas de acciones correctivas que penen con cárcel la colusión y los delitos de corrupción.
Mi opinión es que estos episodios de engaño de los empresarios no terminarán mientras vivan en el mundo de la ceguera moral, producto de una ideología que, basada en la ortodoxia económica, cree que una “fuerte dosis de desigualdad produce economías que crecen de manera más rápida y eficiente”.
 Chile es hoy una sociedad donde la mayoría está excluida, porque una minoría que maneja la riqueza no respeta el Estado de derecho, las libertades y las reglas del juego de una sociedad civilizada y democrática. Sí esto es así, el libre mercado es un cliché, no existe realmente.
Chile después de cuarenta años de imposición de un régimen económico neoliberal a ultranza, es uno de los países más desigual del planeta. En efecto, la brecha de la riqueza se ha disparado, pero sin que se haya producido el progreso económico que se nos prometió. El modelo ha permitido que unos pocos concentren en forma escandalosa el capital, pauperizando a la inmensa mayoría.
La situación descrita está llevando al país a una peligrosa y destructiva confrontación que tarde o temprano explotará. En nuestra sociedad son muchas las señales de que el actual modelo económico, aplicado sobre la base del abuso empresarial y la desidia y complicidad de nuestros gobernantes, nos llevará a una situación sin retorno.
Al consumidor –quizás ciudadano– le parece bien el libre mercado, siempre y cuando se cumplan algunas premisas que escribió Adair Turner en su libro Capital Justo, La Economía Liberal: el libre mercado no puede dejarse al libre albedrío. Es necesario, un conjunto de transferencias y de impuestos redistributivos que pongan la economía de mercado al servicio de fines más amplios. Es decir, es solo concebible con una correcta distribución de la riqueza.
Por lo anterior escribí en mi artículo “Los abusadores y la felicidad”, hace algunos años, que el Estado tiene que regular a las empresas privadas que manejan servicios públicos y productos de primera necesidad y de uso cotidiano.
Chile es hoy una sociedad donde la mayoría está excluida, porque una minoría que maneja la riqueza no respeta el Estado de derecho, las libertades y las reglas del juego de una sociedad civilizada y democrática. Si esto es así, el libre mercado es un cliché, no existe realmente.
La pregunta que usted se está haciendo es ¿por qué toleramos esta situación de maltrato permanente de un sector minoritario pero económicamente poderoso, sobre la mayoría ciudadana? Una respuesta posible: es que nos tragamos la ideología librecambista sin darnos cuenta y hemos aceptado como normal una situación que a todas luces no lo es.
Me explico, en el libro ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, el sociólogo Zygmunt Bauman se hace la pregunta sobre si es cierto que “cualquier alteración de la desigualdad natural de los hombres es dañina para la salud y el vigor de la sociedad, así como también para sus poderes creativos y productivos”, aludiendo a una supuesta superioridad “natural” de las clases dominantes que está determinada por el nacimiento. Y que, por lo tanto, nosotros tenemos “poco o ningún poder para cambiar el veredicto del destino” que nos puso en esta sociedad en la escala en que estamos ubicados.
Según lo que leímos al principio de este artículo, en el año 1892 el señor Eduardo Matte estaba convencido de eso, porque era la realidad, por dolorosa que nos parezca. ¿Y ahora usted cree que las cosas han cambiado?
El estudio de Daniel Dorling sobre la desigualdad y que consigna Bauman, se destaca que “la desigualdad social en los países ricos se mantiene debido a la persistencia de la creencia en los principios de injusticia, y puede resultar chocante para la gente darse cuenta que puede haber algo malo en gran parte de la estructura ideológica en que vivimos”
Para ejemplarizar lo anteriormente dicho, Dorling toma parte de un discurso de Margaret Thatcher en los Estados Unidos: “Una de las razones por la que valoramos a los individuos no es porque sean todos iguales, sino porque son todos diferentes. Yo digo: dejemos que nuestros hijos crezcan y que algunos sean más altos que otros si tienen la posibilidad de serlo. Porque debemos construir una sociedad en la cual el ciudadano pueda desarrollar plenamente su potencial, tanto para su propio beneficio como para el conjunto de la comunidad”.
Como bien dice Bauman, Thatcher da por un hecho evidente que nuestras capacidades así como la estatura están determinadas por nacimiento. Como ve, estimado lector, las cosas no han cambiado demasiado en Europa, allá muchos piensan como lo hizo la burguesía chilena en el pasado.
El dirigente empresarial Segismundo Schulin-Zeuthen dice, en relación con los escándalos de colusión, que “hay que revisar las penas, porque si no se entiende por las buenas, tendrá que ser por las malas”.
Atendiendo a las declaraciones que hemos escuchado y leído, es de esperar que empresarios, trabajadores y Gobierno inicien un período de diálogo que nos lleve a un nuevo contrato social y a una nueva Constitución, en donde los dueños de Chile seamos todos.

Thursday, November 5, 2015

Los dueños de Chile

Claudio Vásquez Lazo


En las redes sociales  circula profusamente una declaración de Eduardo Matte, bisabuelo del presidente de la Papelera, Eliodoro Matte, que  habría sido publicada  el 19 de marzo del año 1892  en el Diario El Pueblo: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa nada ni como opinión ni como prestigio”.
A pesar de los años, esta declaración del pariente aludido, cobra mucha importancia  a la luz de los recientes episodios de colusión que involucran a la familia Matte. En efecto, en recientes declaraciones el presidente de la Papelera (CMPC),  firma acusada de colusión por la Fiscalía Económica con la competidora sueca SCA (Ex PISA) -por más de diez años-  para engañar a los consumidores de papel higiénico y toallas de papel; ha sostenido que se siente engañado por sus ejecutivos y hombres de confianza.
El problema para la credibilidad de los dueños de la CMPC, es que ya se habían coludido en Colombia -mercado al que arribaron el 2008- para subir el precio de los pañales, con competidoras tales como, “Productos Familia” de propiedad de la sueca SCA. La Superintendencia de Industria y Comercio de Colombia, en el 2014,  determinó que durante quince años habían estafado a los consumidores de ese país.
Si de colusión se trata, los consumidores chilenos estamos acostumbrados, porque están la de los pollos, farmacias y ahora la del “Papel confort” y si quiere piense en cualquier producto de consumo cotidiano y seguramente encontraremos que algo huele mal.
Según el presidente de la Sofofa, Hermann Von Mûlhenbrock “,  refiriéndose al escándalo del papel higiénico nos dice que  “el negocio tiene objetivos de maximizar una producción, pero la obsesión por el lucro no nos puede cegar”. Bien, por el presidente de la multigremial, porque apunta a un tema de vital importancia como es, el comportamiento ético del empresariado y su responsabilidad social.
De nada valen las declaraciones de rechazo que actualmente escuchamos de parte del empresariado en relación a éste nuevo episodio de maltrato ciudadano, si no van acompañadas de acciones correctivas que penen con cárcel la colusión y los delitos de corrupción.
Mi opinión es que éstos episodios de engaño por parte de los empresarios no terminarán mientras vivan en el mundo de la ceguera moral, producto de una ideología  que basada en la ortodoxia económica cree una “fuerte dosis de desigualdad  produce economías que crecen de manera más rápida y eficiente”
Chile después de cuarenta años de imposición de un régimen económico neoliberal a ultranza, es uno de los países más desigual del planeta. En efecto, la brecha de la riqueza se ha disparado, pero sin que se haya producido el progreso económico que se nos prometió. El modelo ha permitido que unos pocos concentren en forma escandalosa el capital, pauperizando a la inmensa mayoría.
La situación descrita está llevando al país a una peligrosa y destructiva confrontación que tarde o temprano explotará. En nuestra sociedad son muchas las señales, que el actual modelo económico aplicado sobre la base del abuso empresarial y la desidia y complicidad de nuestros gobernantes nos llevará a una situación sin retorno.
Al consumidor -quizás ciudadano- le parece bien el libre mercado, siempre y cuando se cumplan algunas premisas que escribió  Adais Turner en su libro “Capital Justo, La Economía Liberal”: El libre mercado no puede dejarse al libre albedrío. Es necesario, un conjunto de transferencias y de impuestos redistributivos que pongan la economía de mercado al servicio de fines más amplios. Es decir, es sólo concebible con una correcta distribución de la riqueza.
Por lo anterior escribí en mi artículo “Los abusadores y la felicidad”, hace algunos años que el Estado tiene que regular a las empresas privadas que manejan servicios públicos y productos de primera necesidad y de uso cotidiano.
Chile es hoy una sociedad donde la mayoría está excluida, porque una minoría que maneja la riqueza, no respeta el estado de derecho, las libertades y las reglas del juego de una sociedad civilizada y democrática. Sí esto es así, el libre mercado es un cliché, no existe realmente.



La pregunta que usted se está haciendo es ¿por qué toleramos esta situación de maltrato permanente de un sector minoritario, pero económicamente poderoso, sobre la mayoría ciudadana?  Una respuesta posible: es que nos tragamos la ideología librecambista  “sin darnos cuenta” y hemos aceptado como normal una situación que a todas luces no lo es.
Me explico, en el libro ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?  del sociólogo Zygmund Bauman,  se hace la pregunta, si es cierto que “ Cualquier alteración de la desigualdad natural de los hombres es dañina para la salud y el vigor de la sociedad, así como también para sus poderes creativos y productivos” aludiendo a una supuesta superioridad “natural” de las clases dominantes que están determinadas por el nacimiento. Y que por lo tanto, nosotros tenemos “poco o ningún poder para cambiar el veredicto del destino” que nos puso en esta sociedad en la escala en que estamos ubicados.
Según lo que leímos al principio de este artículo en el año 1892 el señor Eduardo Matte, estaba convencido de eso, porque era la realidad por dolorosa que nos parezca ¿y ahora usted cree que las cosas han cambiado?.
El estudio de Daniel Dorling sobre la desigualdad y que consigna Bauman, se destaca que “la desigualdad social en los países ricos se mantiene debido a la persistencia de la creencia en los principios de injusticia, y puede resultar chocante para la gente darse cuenta que puede haber algo malo en gran parte de la estructura ideológica en que vivimos”
Para ejemplarizar lo anteriormente dicho Dorling  toma parte de un discurso de Margaret Thatchert en los Estados Unidos: “Una de las razones por la que valoramos a los individuos no es porque sean todos iguales, sino porque son todos diferentes.. Yo digo: dejemos que nuestros hijos crezcan y que algunos sean más altos que otros si tienen la posibilidad de serlo. Porque debemos construir una sociedad en la cual el ciudadano pueda desarrollar plenamente su potencial, tanto para su propio beneficio como para el conjunto de la comunidad”.
Como bien dice Bauman, Thatchert da por un hecho evidente que nuestras capacidades así como la estatura están determinadas por nacimiento. Como ve estimado lector, las cosas no han cambiado demasiado en Europa, allá muchos piensan como lo hizo la burguesía chilena en el pasado.
El dirigente empresarial Segismundo Schulin- Zeuthen , dice en relación a los escándalos de colusión que “hay que revisar las penas, porque si no se entiende por las buenas, tendrá que ser por las malas”.

Atendiendo a las declaraciones que hemos escuchado y leído, es de esperar que empresarios, trabajadores y gobierno inicien un período de diálogo que nos lleve a un nuevo contrato social y a una nueva Constitución, en donde los dueños de Chile seamos  todos.

Wednesday, November 4, 2015

Paracaídas de oro

Paracaídas de oro

Publicado en El Quinto Poder el 4 de Octubre 2015
En septiembre los políticos progresistas recordamos la muerte de la esperanza de crear una sociedad más justa e igualitaria, que era la utopía del socialismo a la chilena que pregonaba el Presidente Salvador Allende. De alguna manera, ayer -hace cuarenta y dos años- la mayoría de los que apoyábamos al régimen socialista sabíamos qué hacer y cómo lo haríamos, apoyados en el poder del Estado. Teníamos certezas y una meta clara: construir el socialismo contestatario del capitalismo y  de manera distinta a los llamados países del socialismo real.

Por el momento, nosotros tenemos “derecho” a salir a la calle a gritar lo que queramos, a llenar plazas y recintos varios, pero el poder sigue donde siempre: en las manos de una minoría que hace rato que la democracia y sus derechos dejaron de importarles.
Ahora, no solo en Chile, nadie cree que el gobierno pueda hacer algo. Cunde la sensación de debilidad, de que los gobiernos son débiles frente a los poderes fácticos, de que en general no cumplen con las promesas de campaña, y de que al final “todos los políticos son iguales”. En el artículo “El país de nadie”, me refiero a la imposibilidad de los gobiernos locales de controlar los eventos que cruzan el mundo y menos sus consecuencias. En el país de nadie, que es global, no hay fronteras ni limites de ninguna especie.
El sociólogo, Sigmund Bauman nos dice que no hay reglas globales, tribunales globales, ni menos instituciones democráticas globales, que pongan atajo a las acciones depredadoras del poder global económico y financiero. Los Estados-nación nada pueden hacer frente al poder global. No podemos controlar las crisis económica y crediticia que nos empiezan a afectar como país, porque son un fenómeno global que no se puede resolver con políticas locales, por muy buenas que parezcan. ¿Podemos detener la caída del cobre y la crisis aparejada a la baja del desarrollo en China? Ciertamente no, y tampoco las consecuencias de la crisis de crecimiento de los llamados países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Caso paradigmático de lo que decimos, es la crisis de los refugiados que afecta a Europa. Esta catástrofe humana es consecuencia directa de la política aplicada por los Estados Unidos en Irak, Afganistán y Siria, y los resultados están a la vista, es la peor tragedia migratoria de los últimos tiempos.
Para Bauman, las fuerzas que globalizan son: el capital, las finanzas, el comercio, la información, la criminalidad, el narcotráfico, y el tráfico de armas entre otros. Son poderes que abominan de las “leyes nacionales y odian los códigos legales que les imponen”. Por lo anterior, muchos tienden a pensar que la globalización ha sido negativa para países como el nuestro. En efecto, la globalización negativa que hemos descrito no tiene un correlato de globalización positiva.
La pregunta que nos hace Bauman es cómo solucionaremos el problema, de manera de restablecer el equilibrio entre política y poder. Ahora la política es local pero el poder económico es global. La pregunta que nos tenemos que hacer en Chile es cómo restablecer el equilibrio entre la política y el poder. En nuestro país, la política como medio para servir los intereses del ciudadano común está seriamente dañada, algunos de sus actores principales fueron literalmente cooptados -por no decir comprados- por el dinero de las grandes empresas y grupos financieros.
Para muestra, varios botones: la Ley de pesca, y los casos de Penta, Caval y SQM, por nombrar los más relevantes; las presiones sin límites de los gremios empresariales para impedir una ley que fortalezca los sindicatos; la intención de profundizar la desregulación del mercado laboral que ha arrojado al pozo de la pobreza y la desesperanza a millones de trabajadores de todo el mundo.
Leemos en los diarios y en las redes sociales, que una mayoría de la gente tiene miedo por lo que está viviendo el país y quiere el cambio para uno u otro lado, pero también que una mayoría tiene esperanzas, expectativas e ideas de cómo hacer un mundo mejor. En Chile, incluso los políticos que no son corruptos, creen que “si no actúan como quieren las bolsas y el capital viajero, las bolsas quebrarán y el dinero se irá a otro país”. Vivimos en el peor de los mundos: inmovilizados y a la espera de un milagro que nos saque del marasmo imperante en el escenario político nacional.
Estamos empezando a vivir las consecuencias de la recesión mundial en carne propia. Ya nos hablan de recortes y de austeridad en el gasto público. El problema, mis queridos lectores, es que esto -de apretarse el cinturón- corre solo para un sector, la vasta clase media y la mayoría asalariada, son las que finalmente pagan los platos rotos.
No nos hablen de austeridad, cuando el gerente general de la minera no metálica SQM pidió una indemnización de casi cuatro mil millones de pesos, aludiendo a un despido sin previo aviso, como parte de la demanda laboral contra la compañía minera. Este despido, se da en el contexto de la investigación por boletas ideológicamente falsas relacionadas con el financiamiento irregular de campañas políticas. Es escandaloso reparar que por 16 días trabajados en marzo recién pasado, el gerente ya citado pide un poco más de 38 millones de pesos, o sea que ganaba 70 millones de pesos mensuales. Tómese en cuenta que en chile son muchos los gerentes que ganan cifras parecidas y las indemnizaciones (paracaídas de oro le llaman), se pagan a todo evento. Recordemos -solo como ayuda memoria- el caso de La Polar y los millonarios “premios” que recibían sus ejecutivos por crecimiento fraudulento de ganancias.
¿No aprendimos de los abusos cometidos en la banca, grandes tiendas, afps, isapres, clínicas, farmacias y otros? ¡Parece que no! Por eso, los ciudadanos se sienten burlados y están escépticos sobre el rol que puedan desarrollar los políticos de carrera en los vericuetos del poder. Y claro, votaron al legislador o ejecutivo gubernamental en “elección popular” para que defendiera sus intereses y a la primera dificultad, descubren que su “representante” recibió soborno o se vendió al mejor postor.
La pregunta es ¿dónde está el enojo ciudadano, la ira de la gente? Quizás se expresa en las encuestas, o esperamos ese milagro que mencionaba más arriba. Los poderosos acusan al gobierno de arrastrarlos a una nueva unidad popular y amenazan con llevarse sus dineros a otra parte. El presidente de Icare parece respaldar estas afirmaciones cuando dice: “No creo que los privados vuelvan a tener el 75% de su patrimonio en chile”. Llegado el momento de la verdad, los poderosos se salen con la suya.
Por el momento, nosotros tenemos “derecho” a salir a la calle a gritar lo que queramos, a llenar plazas y recintos varios, pero el poder sigue donde siempre: en las manos de una minoría que hace rato que la democracia y sus derechos dejaron de importarles. Hace cuarenta y tantos años, teníamos certezas políticas, hoy nuestros hijos tienen una muy clara: no quieren ser como sus padres.