Claudio Vásquez Lazo
En las redes sociales
circula profusamente una declaración de Eduardo Matte, bisabuelo del
presidente de la Papelera, Eliodoro Matte, que
habría sido publicada el 19 de
marzo del año 1892 en el Diario El
Pueblo: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del
suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa nada ni como
opinión ni como prestigio”.
A pesar de los años, esta declaración del pariente aludido, cobra
mucha importancia a la luz de los
recientes episodios de colusión que involucran a la familia Matte. En efecto,
en recientes declaraciones el presidente de la Papelera (CMPC), firma acusada de colusión por la Fiscalía
Económica con la competidora sueca SCA (Ex PISA) -por más de diez años- para engañar a los consumidores de papel
higiénico y toallas de papel; ha sostenido que se siente engañado por sus
ejecutivos y hombres de confianza.
El problema para la credibilidad de los dueños de la CMPC, es
que ya se habían coludido en Colombia -mercado al que arribaron el 2008- para
subir el precio de los pañales, con competidoras tales como, “Productos Familia”
de propiedad de la sueca SCA. La Superintendencia de Industria y Comercio de
Colombia, en el 2014, determinó que
durante quince años habían estafado a los consumidores de ese país.
Si de colusión se trata, los consumidores chilenos estamos
acostumbrados, porque están la de los pollos, farmacias y ahora la del “Papel
confort” y si quiere piense en cualquier producto de consumo cotidiano y
seguramente encontraremos que algo huele mal.
Según el presidente de la Sofofa, Hermann Von Mûlhenbrock
“, refiriéndose al escándalo del papel
higiénico nos dice que “el negocio tiene
objetivos de maximizar una producción, pero la obsesión por el lucro no nos
puede cegar”. Bien, por el presidente de la multigremial, porque apunta a un
tema de vital importancia como es, el comportamiento ético del empresariado y
su responsabilidad social.
De nada valen las declaraciones de rechazo que actualmente
escuchamos de parte del empresariado en relación a éste nuevo episodio de
maltrato ciudadano, si no van acompañadas de acciones correctivas que penen con
cárcel la colusión y los delitos de corrupción.
Mi opinión es que éstos episodios de engaño por parte de los
empresarios no terminarán mientras vivan en el mundo de la ceguera moral,
producto de una ideología que basada en
la ortodoxia económica cree una “fuerte dosis de desigualdad produce economías que crecen de manera más
rápida y eficiente”
Chile después de cuarenta años de imposición de un régimen
económico neoliberal a ultranza, es uno de los países más desigual del planeta.
En efecto, la brecha de la riqueza se ha disparado, pero sin que se haya
producido el progreso económico que se nos prometió. El modelo ha permitido que
unos pocos concentren en forma escandalosa el capital, pauperizando a la
inmensa mayoría.
La situación descrita está llevando al país a una peligrosa y
destructiva confrontación que tarde o temprano explotará. En nuestra sociedad
son muchas las señales, que el actual modelo económico aplicado sobre la base
del abuso empresarial y la desidia y complicidad de nuestros gobernantes nos
llevará a una situación sin retorno.
Al consumidor -quizás ciudadano- le parece bien el libre
mercado, siempre y cuando se cumplan algunas premisas que escribió Adais Turner en su libro “Capital Justo, La
Economía Liberal”: El libre mercado no puede dejarse al libre albedrío. Es
necesario, un conjunto de transferencias y de impuestos redistributivos que
pongan la economía de mercado al servicio de fines más amplios. Es decir, es sólo
concebible con una correcta distribución de la riqueza.
Por lo anterior escribí en mi artículo “Los abusadores y la
felicidad”, hace algunos años que el Estado tiene que regular a las empresas
privadas que manejan servicios públicos y productos de primera necesidad y de
uso cotidiano.
Chile es hoy una sociedad donde la mayoría está excluida,
porque una minoría que maneja la riqueza, no respeta el estado de derecho, las
libertades y las reglas del juego de una sociedad civilizada y democrática. Sí
esto es así, el libre mercado es un cliché, no existe realmente.
La pregunta que usted se está haciendo es ¿por qué toleramos
esta situación de maltrato permanente de un sector minoritario, pero
económicamente poderoso, sobre la mayoría ciudadana? Una respuesta posible: es que nos tragamos la
ideología librecambista “sin darnos
cuenta” y hemos aceptado como normal una situación que a todas luces no lo es.
Me explico, en el libro ¿La riqueza de unos pocos nos
beneficia a todos? del sociólogo Zygmund
Bauman, se hace la pregunta, si es
cierto que “ Cualquier alteración de la desigualdad natural de los hombres es
dañina para la salud y el vigor de la sociedad, así como también para sus
poderes creativos y productivos” aludiendo a una supuesta superioridad
“natural” de las clases dominantes que están determinadas por el nacimiento. Y que
por lo tanto, nosotros tenemos “poco o ningún poder para cambiar el veredicto
del destino” que nos puso en esta sociedad en la escala en que estamos
ubicados.
Según lo que leímos al principio de este artículo en el año
1892 el señor Eduardo Matte, estaba convencido de eso, porque era la realidad
por dolorosa que nos parezca ¿y ahora usted cree que las cosas han cambiado?.
El estudio de Daniel Dorling sobre la desigualdad y que
consigna Bauman, se destaca que “la desigualdad social en los países ricos se
mantiene debido a la persistencia de la creencia en los principios de
injusticia, y puede resultar chocante para la gente darse cuenta que puede
haber algo malo en gran parte de la estructura ideológica en que vivimos”
Para ejemplarizar lo anteriormente dicho Dorling toma parte de un discurso de Margaret
Thatchert en los Estados Unidos: “Una de las razones por la que valoramos a los
individuos no es porque sean todos iguales, sino porque son todos diferentes..
Yo digo: dejemos que nuestros hijos crezcan y que algunos sean más altos que
otros si tienen la posibilidad de serlo. Porque debemos construir una sociedad
en la cual el ciudadano pueda desarrollar plenamente su potencial, tanto para
su propio beneficio como para el conjunto de la comunidad”.
Como bien dice Bauman, Thatchert da por un hecho evidente que
nuestras capacidades así como la estatura están determinadas por nacimiento.
Como ve estimado lector, las cosas no han cambiado demasiado en Europa, allá muchos
piensan como lo hizo la burguesía chilena en el pasado.
El dirigente empresarial Segismundo Schulin- Zeuthen , dice
en relación a los escándalos de colusión que “hay que revisar las penas, porque
si no se entiende por las buenas, tendrá que ser por las malas”.
Atendiendo a las declaraciones que hemos escuchado y leído,
es de esperar que empresarios, trabajadores y gobierno inicien un período de diálogo
que nos lleve a un nuevo contrato social y a una nueva Constitución, en donde
los dueños de Chile seamos todos.
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